Los medios de comunicación suelen publicar artículos y reportajes que nos recuerda cuanto sabemos que queda relegado en el inconsciente. En ocasiones, una palabra, una frase, un gesto, una imagen, el olor de flor, un encuentro casual o cualquier otra información que nos llega por los sentidos, despierta e incita la emoción del recuerdo y las referencias aprendidas con la experiencia de multitud de situaciones, conformando un todo en uno que nos modela en el tiempo siendo únicos.
Intentar estar consciente del propio ser y de nuestra propia existencia con el entorno, supone todo un reto personal para superar las propias limitaciones y condicionantes, si bien, con decisión y esfuerzo se puede lograr. Cuando el primer sorbo de este veneno hace su efecto y a medida que se sigue bebiendo, no hay vuelta atrás posible, salvo la enfermedad de la mente o la muerte. El País publica el reportaje "El placer de lo sencillo" de Borja Vilaseca que entre otras resumo:
"¿De qué nos vale lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué vale el dinero si no somos felices?"
El dinero puede proporcionarnos un estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad. Pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar emocional no depende de lo que hacemos ni de lo que tenemos, sino de quiénes somos y de cómo nos sentimos.
Llevamos una existencia materialista para terminar dándonos cuenta de que las cosas importantes no pueden verse ni tocarse; solo intuirse y sentirse. Para apreciar los aspectos intangibles, cualitativos e inmateriales de la realidad, es imprescindible que exista cierto contraste entre nuestro estado de ánimo interno y nuestras circunstancias externas. Quienes padecen "pobreza emocional" creen que esta se debe a su "pobreza material". Pero lo que nos hace ricos o pobres emocionalmente no es nuestra economía, sino la percepción que tenemos de ella.
El clic evolutivo se produce en la medida en que gozamos de cierta "riqueza material" y seguimos experimentando la misma pobreza emocional. De pronto tenemos más dinero, pero seguimos sintiéndonos tensos e irritados. Tenemos éxito y respetabilidad, pero seguimos sintiéndonos solos y tristes.Tenemos confort y seguridad, pero seguimos sintiéndonos esclavos de nuestros miedos.
Gracias a este contraste entre nuestras riquezas materiales y emocionales cuestionamos las motivaciones que nos han llevado a un estilo de vida materialista. Pero hay corrientes sociales que anteponen la felicidad al dinero. Destacan el decrecimiento, la simplicidad voluntaria, el movimiento slow -"lento" en inglés- y el downshifting -"reducir la marcha"-. Tendencias que promueven disminuir el nivel cuantitativo de nuestra vida y aumentar el cualitativo...
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